A propósito del estreno de la cinta nacional “El Vientre”, anunciado para febrero del próximo año; me permito reseñar este muy interesante título francés, ópera prima de los directores Alexandre Bustillo y Julien Maury. Más allá de tener solo la referencia de un teaser, respecto a la cinta de Daniel Rodríguez, lo que llamó mi atención en particular es aquel nexo transgresor que la vincula con “A l´intérieur:
El inicio de la trama es de por si desgarrador, con
un toque implacable de sadismo para con el espectador. La voz en off de una madre
optimista, un indefenso bebé pernoctando en su interior. De repente, lo
impensable... un trágico accidente en coche. El golpe seco en contra del
vientre materno. La aparente muerte del nonato
supone entonces el inicio de un relato completamente diferente.
De un momento a otro, la protagonista: Sara
(Alysson Paradis), es ahora una viuda que observa impotente el cadáver de su
pareja. El bebé sin embargo, sobrevive al
accidente, tornándose en consecuencia ya no en una bendición para Sara, sino
muy por el contrario, en una pesada carga que esta se resigna a sobrellevar.
Cuatro meses pasan, es víspera de
navidad. El entorno, sin embargo, conserva un matiz azulado, frío y
distante. Sara permanece en casa, en un
intento por alejarse de todos. Los recuerdos referidos a su pareja, aquellas
íntimas vivencias del pasado, son ahora el único (aunque ineficaz) bálsamo con
el cual cuenta la protagonista, en vías de sobrellevar un nocivo estado de
depresión.
Tal condición degenera ante el aflore
de una fugaz, aunque inquietante pesadilla de corte abortivo. Tal vez un nefasto vaticinio, dirigido hacia los
hechos que están por acontecer. Es entonces que irrumpe en escena una
misteriosa Dama (Béatrice Dalle), de
verbo engañoso y oscuras intenciones. La atmósfera, sutilmente cálida, deja notar
un matiz verduzco. Cual infeccioso agente contaminante.
La tensa calma se torna luego en
amenaza y esta, en violencia desalmada. Aquella silueta adquiere finalmente una
identidad: La de una desequilibrada mujer que busca extraer prematuramente al
infante de la vulnerable Sara.Los motivos de tal deseo son aún
desconocidos (¿una torcida obsesión maternal? ¿O tal vez el desquiciado
capricho de una psicópata?).No obstante, más allá de aquella insana
pretensión, lo que impacta de lleno es la crudeza y brutalidad de las acciones
antagónicas.
Cual escalada trepidante hacia la conciencia misma del espectador, las dosis de violencia a seguir en el film parecen no alcanzar nunca una cima determinada. En consecuencia, todo está permitido, nadie en el relato está a salvo de ser la víctima “colateral” de La Dama de Negro. Una insaciable y sanguinaria parca, dispuesta a cumplir su cometido a cualquier precio. Motivada por un instinto de supervivencia, Sara se ve obligada a reaccionar y contraatacar en el que antes fuera su “hogar”. Ruidos intensos y chocantes añadidos en la post (similares a los de una ametralladora) configuran a partir de ent0nces un entorno bélico, sádico e inmisericorde. Un “campo de batalla”, por decirlo menos.
Como prueba de ello, tenemos aquel oportuno break entre las protagonistas (heroína y villana), mediante lo que se
supone es una escena calma y con tenues toques de erotismo lésbico (nótese el
trabajo de iluminación, con fondos azules y un excelente juego de siluetas). A mi libre interpretación, dicha secuencia no es sino un regodeo
enfermizo de la antagonista, quien al ver tendida e inerte a Sara, se permite
un instante de cínico afecto para con ella. Sin embargo, la respuesta a dicha
acción no es otra sino, una feroz mordida de Sara en el labio inferior de La Dama.
Un segundo momento de interés, y a mi
entender, el de mayor controversia, es aquel en donde una ya agotada y
maltrecha Sara recurre a la última
defensa: Dirigir el extremo puntiagudo de un palo de tejer en contra de su
vientre. Una franca amenaza a los intereses de La Dama, quien por un instante se muestra vulnerable.Para Sara, su propia vida tiene más
valor que la de su futuro hijo. Todo el afecto, todo el amor que esta alguna
vez sintió, murió con su pareja.
Tercer momento: “La Revelación”. La Dama pecó de soberbia y lo pagó caro.
Sara le derrite buena parte del rostro mediante el uso de un improvisado
lanzallamas (spray inflamable). Es entonces que La Dama, resignada a su suerte, da a conocer la pieza faltante de la historia. Una
trágica verdad que justifica (en parte) su odio irracional en contra de Sara.
Aquel accidente en la introducción del
relato tuvo una víctima adicional... el hijo nonato de La Dama; coincidentemente gestante al igual que Sara. Quien fuera
en todo momento la agredida y angustiada heroína, es ahora la homicida
involuntaria de un indefenso bebé. La villana, en consecuencia, es también
una víctima en la trama. Una alterada e inconsolable mujer que busca recuperar
su maternidad, apropiándose de una ajena.
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