lunes, 24 de junio de 2013

3º Fest. de Cine Lima Independiente 2013: White Epilepsy, de Philippe Grandrieux.

Por: Gisella Gastiaburu Barthe.

Podría empezar a decir una sola cosa un film de sensaciones auditiva y visual; que parece una metamorfosis kafkiana; una lucha de dos sexos; hombre y mujer poderes de movimientos densos, como una danza moderna al estilo Pina bauch; una hora de cuerpos en lucha interior; el cineasta aún osa mantenerse dentro de su más grande obsesión: las posibilidades del cuerpo y su estallido. Como en Sombre o en La vie nouvelle, Grandrieux nuevamente va a centrarse en lo corporal, ya como prisión o simplemente como lo irremediable, como una cápsula de cuyo interior asoma la animalidad en estado original o arcaico, y en el extremo, la indiferencia del insecto (incluso un episodio de White Epilepsy recuerda el rito de una mantis religiosa en plena barbarie o la simple pasividad de la víctima, lo que también remite a la escena antológica de La vie Nouvelle, donde el personaje de Anna Mouglalis muta en una suerte de animal en cautiverio, o a los protagonistas de Sombre o Un lac juegos de poder de sexos opuestos. Belleza de estética en un rectangular de pantalla.


En White Epilepsy solo hay cuerpos y noche, cuatro cuerpos en un ritmo ralentizado que no impide percibir el aturdimiento o el desfase, como para estar atentos a sus texturas, movimientos, caídas y entrega. el grito de la lucidez, luego de que veamos a través de una serie de episodios o escenas como un cuerpo solitario, en medio de un campo abierto y en plena oscuridad, reconoce a su otro: una mujer con la cual comenzará la batalla. Esta absorción, de la mujer que intenta engullir al hombre, lo que no excluye los ritos eróticos de fuerza y lucha, sin satisfacción, va a hurgar no solo en un juego caníbal sino en la afirmación de lo femenino y su conciencia brutal en el grito del rostro y sangre.

Sin embargo, luego del clímax, Grandrieux corona su propuesta con un final desolador: luego de la lucha de los cuerpos, del triunfo de uno sobre el otro, del grito liberador o la conciencia de lo salvaje, está la penumbra y el ocaso, la vejez de los cuerpos a la espera de la muerte.





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