Frears, director de “La Reina”, nos presenta en esta
oportunidad un drama entrañable y desgarrador. Un relato cargado de nostalgia y
espíritu crítico. Basada en un caso real, la cinta relata la angustiante
búsqueda de Philomena Lee (Judi Dench), una tenaz y encantadora
dama irlandesa, quien fuera separada hace ya 50 años de su primogénito. Un niño
fruto del pecado, al juicio de las
implacables monjas que la custodiaron durante su adolescencia en una abadía
carcelaria, pero cuyo recuerdo arremete ahora con renovados bríos.
A esta investigación se une Martin Sixsmith (Steve Coogan), un ex - corresponsal extranjero caído
en desgracia (tras su despido de la BBC) y cuya motivación en este caso se
sustenta en la redención profesional.
El obtener un reportaje de primeras planas que lo lleve de nuevo al sitial que
le fuera (en su opinión personal) injustamente arrebatado.
Como el día y la noche, Philomena no guarda puntos en
común con su sidekick. El carácter
gentil, devoto y por momentos desbordante de la complaciente señora, se topa en
más de una ocasión con la coraza en extremo flemática y soberbia de Martín (un
agnóstico confeso). No obstante, la convivencia entre ambos se sostiene la mayor
parte del tiempo en razón a los intereses personales que ambos guardan respecto
a la presente búsqueda.
Infaltables aspectos de rango detectivesco colaboran
en el desarrollo de la trama. Asimismo, las oportunas (y sutiles) cuotas de
humor resultantes de aquella inevitable convivencia entre Philomena y Martin,
son el perfecto equilibrio para una historia que no deja de atraparte y más
aún, cautivarte en distintos niveles. A esto se suman los recurrentes flashbacks ubicados en la época adolescente de la protagonista
(Sophie Kennedy Clark). El origen de todo, aquel instante furtivo de pecado, la
respectiva penitencia en el claustro religioso, los breves momentos compartidos
entre la inexperta madre y su pequeño, la impotencia y congoja de Philomena al
verse despojada.
Pero es tras la revelación obtenida por Martín (el
paradero y destino final del hijo perdido), que la cinta nos lleva por un
camino espinoso. Una realidad trágica que asoma de manera implacable ante el
espectador y la cual nos revela también la negativa injerencia de aquella
institución religiosa que décadas atrás recluyó a la entonces (y aún) vulnerable
Philomena. Ante dicho contexto, es inevitable no solo el tomar partido
por la madre atormentada, sino también el hacer un severo cuestionamiento hacia
la iglesia y su falta de humanidad
respecto a este caso en particular (y tantos otros, en realidad).
Frears, en definitiva, supo manejar con gran maestría
los delicados aspectos de este suceso, no saturando el mismo con un intenso y
edulcorante melodrama, más propio de los grandes estudios Hollywoodienses; sino
más bien enfocándose en transmitir la evolución
de sus protagonistas en base a valores como El Perdón (Philomena) y la madurez
(Martin).
En definitiva, la interpretación de Judi Dench es el punto más alto de la
cinta. Con absoluta excelencia, Dench logró encarnar un rol complejo, cargado
de angustia, pero también de aspectos afables y campechanos, los cuales hacen que
uno se vincule aún más con el personaje y la fe inquebrantable que este
profiere, haciendo de su historia nuestra historia (¿Y no es acaso ESO de
lo que el CINE se trata?).
Steve Coogan, por otra parte, tuvo destellos de grandeza en su
interpretación y un aplicado desenvolvimiento que se mantuvo constante a lo
largo del metraje. No obstante, es claro que Dench se robó la atención no solo
del público, sino de la crítica (de ahí su nueva nominación a los Oscars).Un reconocimiento especial para Sophie Kennedy Clark (la joven Philomena), sin dudas, estuvo a la
altura del desafío. Mención aparte para la música del film. De armonías delicadas y a la vez contundentes, el
perfecto marco sonoro para una imagen que se defiende por sí sola. Su
nominación es más que merecida también.
Solo una crítica negativa. Si bien el uso recurrente
de viejas imágenes (películas caseras) del hijo arrebatado contribuyó en
transmitir aquel sentimiento de añoranza en Philomena, es en determinada parte de la cinta ( y que no mencionaremos cual para que el espectador no pierda el interès) que su uso se
asemeja en exceso a Philadelphia
(1993) de Jonathan Demme. No digo que se trate de un plagio (menos aun
tratándose de un caso real), pero si
a esto sumamos el tema del SIDA, vinculado también al relato de Philomena, pues es un poco too much.
Demasiadas coincidencias en este punto. Tal vez se
debió contemplar otra posibilidad . Bueno, es todo respecto a esta cinta. En definitiva…
IMPERDIBLE.
¡Vean cine!
El Diego.
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