sábado, 19 de julio de 2014

Crìtica: La Princesa de Montpensier, de Bertrand Tavernier.

Por: Gisella Barthé
Dentro del marco de muestra de cine francés pude acceder a ver algunos films entre ellos está La Princesa de Montpensier” que está basada en una novela homónima de Madame de La Fayette, escrita y ambientada en la Francia del siglo XVI. Se muestra la etapa de Marie, la hija joven de un adinerado marqués, quien se enamora de uno de sus primos, el duque Henry de Guise, estando casi comprometida con el hermano de este, finalmente el padre obliga a casarse con Philippe, el príncipe de Montpensier. Un era de jóvenes veinteañeros que pasan el tiempo gastando el tiempo en juegos cortesanos, estudios, coqueteo y peleas de espadas. Con un guión que plantean raudamente las ventajas y desventajas de matrimonios pro conveniencia mostrando alegría y pesares que provocan en jóvenes apasionados de época.


Marie se somete a la voluntad paterna  que obliga a Marie casarse con el Príncipe, quien apenas transcurridos unos pocos días de la boda, debe dejarla sola en un castillo en medio de la campiña, porque los deberes de la guerra lo obligan a correr al campo de batalla, por orden del rey. Antes de partir, encomienda su esposa al cuidado de su fiel súbdito, el conde de Chabannes, a quien considera un maestro y amigo, por ser quien le enseñó las artes de la guerra y otras virtudes. El tiempo transcurre entre los plácidos y amables ambientes del castillo, donde Marie es instruida en lectura y escritura, y otras artes, por el abnegado Chabannes, y los rigores de las batallas en las que su marido combate con arrojo y coraje, junto a otros nobles. Tantas horas juntos en una suerte de aislamiento del mundo, consiguen subyugar el sufrido y solitario corazón del veterano guerrero, cuya formación religiosa y cultural lo convierten en un mentor y consejero respetado y confiable. Sin renunciar a sus sentimientos ni a sus principios, estará siempre ahí para proteger tanto al príncipe como a la princesa, de las acechanzas a las que los someterán las convulsiones políticas y sociales del país.

La película de Tavernier muestra una buena reconstrucción de época en cuanto a ambientes y caracterizaciones de los personajes, La princesa de Montpensier quiere ser un film anti-belicista, que niega el sentido de la guerra y apuesta por la concreción de los deseos personales como única forma de realización. Esta visión es, obviamente, contemporánea y moderna, alejada del texto que intenta más connotar diversos códigos ridículos de su tiempo. El relato se mantiene a buen ritmo con un prolijo trabajo de montaje, pero ni los sucesos ni los protagonistas llegan a conmover demasiado. El problema de la película es, en todo caso, que la ambición por contar mucho resulta nada: la aventura no es para nada física ni vertiginosa (hay algunas escenas de acción, pero filmadas con cierta pereza) y lo romántico está contaminado por la falta de pasión que desprenden sus protagonistas: ni Thierry, ni Leprince-Ringuet, ni Ulliel están a la altura de un relato que debería ser asfixiante y dramático, y no se entiende por qué pelean o se distancian. Salvo por cierta locura que desprende Personnaz y la noble interpretación de Wilson, La princesa de Montpensier se diluye en una especie de film que nunca termina de arrancar y que se extiende demasiado. La tensión dramática parece más literaria que vivencial. Y además, muchos le reprochan algunas deficiencias técnicas en la imagen y el sonido, que desvalorizan de manera aleatoria la calidad del filme.




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