Podría resumir diciendo que Tierra en la lengua, mejor película de ficción y mejor dirección en la categoría de cine colombiano en el Festival de Cartagena, es un filme visceral y a la vez poético, macerado de sonido e imàgenes. Rubén Mendoza, director de La sociedad del semáforo (2010), combina en esta oportunidad los temas del rencor, la observación y la desfachatez. Comienza como un falso documental sobre el abuelo Silvio, que en realidad son las últimas palabras de su mártir mujer, la abuela adorada que acompañara a aquel y sus nietos en regar sus cenizas de una forma solemne y personal. Pero estamos frente a un personaje de soberbia actuación, el macho Don Silvio (Jairo Salcedo), terco, rudo, mujeriego, que riega hijos por cada pueblo donde pase. Él sufre de una enfermedad terminal y por eso desea que sus nietos acaben con su vida para no morir como un cobarde, en una mezcla de sentimientos que pasan por el amor, la ternura, el desprecio y la venganza, mostrándonos una riqueza visual de paisaje y animales, con una soberbia fotografía donde se trabajó con la luz natural.
El patriarca es irónico, hace un despliegue de carácter y dominio con frases y modismos de grueso humor del pueblo colombiano. Hasta con la llegada de los foráneos guerrilleros, se crea un cuento bucólico, donde se muestra una belleza oscura con la masacre de varias vacas.
Es una película de narrativa oscura, el matar a su perro viejo es una metáfora de los que Silvio presiente para él. Todo parece desaparecer sutilmente de su mundo.Tierra en la lengua nos narra costumbres, verosímiles y a la vez grotescas, que nos deja con un sentimiento de vacío.
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