Herakles
De W. Herzog, b/n, 10 min., 1962
Documental
Martes, 17 de julio – en el bloque 1, a partir de las 17:30 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
cultural@lima.goethe.org
Martes, 17 de julio – en el bloque 1, a partir de las 17:30 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
cultural@lima.goethe.org
El debut de Herzog ya
buscaba la transgresión imperceptible del documental puro y manifestaba
uno de los temas centrales de su obra: la ridiculez de la rebelión
titánica.
Heracles, el héroe mitológico, acaba convertido en un culturista que
se afana con todo tipo de máquinas de musculación. Sus esfuerzos se ven
recompensados solo por montañas de músculos ridículos. Una demostración
de fuerza inútil y sin sentido y de posturas autocomplacientes.
Werner Herzog despoja al vanal forzudo de cualquier dimensión mítica, pero lo enfrenta a los legendarios trabajos que el héroe venido a menos ya no está en situación de solucionar. “¿Limpiará los establos de Augías?”, la pregunta aparece insertada en pantalla mientras Herzog rueda en un vertedero desolado. “¿Matará a la hidra del lago del Lerna?” Plano de una cola interminable de coches en un atasco. “¿Robará las yeguas de Diomedes?” Y aparecen las imágenes de archivo de aquellas 24 horas de Le Mans de 1955, tristemente célebres por el catastrófico accidente que causó ochenta muertos. “¿Derrotará a los gigantes?” Herzog rueda un terremoto. “¿Acabará con los pájaros del lago Estínfalo?” Herzog responde a la pregunta con material de archivo de ataques de las fuerzas aéreas de EEUU.
Entre las imágenes del horror, Herzog intercala constantemente imágenes del culturista, que deja actuar a sus músculos. Un juego realmente perverso, ya que no cambia nada de la situación mundial, sino que, peor todavía, ni siquiera se interesa por ella. La rebelión, por la que Herzog se mostró fascinado constantemente en sus trabajos posteriores, no presenta aquí ni ambivalencias ni matices. Se trata simplemente de una ridícula montaña de músculos sin ninguna relación con el mundo; la relación la establece por primera vez el mismo Herzog al remitirse a todas esas catástrofes.
H.G. Pflaum
Director artístico: Werner Herzog, b/n, 10 min., 1962
Werner Herzog despoja al vanal forzudo de cualquier dimensión mítica, pero lo enfrenta a los legendarios trabajos que el héroe venido a menos ya no está en situación de solucionar. “¿Limpiará los establos de Augías?”, la pregunta aparece insertada en pantalla mientras Herzog rueda en un vertedero desolado. “¿Matará a la hidra del lago del Lerna?” Plano de una cola interminable de coches en un atasco. “¿Robará las yeguas de Diomedes?” Y aparecen las imágenes de archivo de aquellas 24 horas de Le Mans de 1955, tristemente célebres por el catastrófico accidente que causó ochenta muertos. “¿Derrotará a los gigantes?” Herzog rueda un terremoto. “¿Acabará con los pájaros del lago Estínfalo?” Herzog responde a la pregunta con material de archivo de ataques de las fuerzas aéreas de EEUU.
Entre las imágenes del horror, Herzog intercala constantemente imágenes del culturista, que deja actuar a sus músculos. Un juego realmente perverso, ya que no cambia nada de la situación mundial, sino que, peor todavía, ni siquiera se interesa por ella. La rebelión, por la que Herzog se mostró fascinado constantemente en sus trabajos posteriores, no presenta aquí ni ambivalencias ni matices. Se trata simplemente de una ridícula montaña de músculos sin ninguna relación con el mundo; la relación la establece por primera vez el mismo Herzog al remitirse a todas esas catástrofes.
H.G. Pflaum
Director artístico: Werner Herzog, b/n, 10 min., 1962
La Soufrière
De W.Herzog, color, 31 min., 1976
Documental
Martes, 17 de julio – en el bloque 1, a partir de las 17:30 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
cultural@lima.goethe.org
Martes, 17 de julio – en el bloque 1, a partir de las 17:30 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
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Verano de 1976: La isla francesa caribeña de Guadalupe se ve
amenazada por una erupción volcánica devastadora. La isla es evacuada,
pero Herzog y su equipo permanecen en ella para filmar la catástrofe.
Quedan, en vano, a la espera de la erupción.
Werner Herzog narra en off: “Nos agradó no encontrarnos con fuerzas del orden y la seguridad.“ En las calles reina un vacío fantasmal, los animales se mueren de hambre, la catástrofe parece inevitable. Tal vez el cineasta exagere: más tarde se habla de bloqueos por parte de militares, aunque no se ven soldados. El viejo que, supuestamente, es el único que se ha negado a abandonar la isla y parece esperar a la muerte plenamente confiado en Dios, definitivamente no está solo; se ve a otros dos hombres. Presuntamente en el momento del rodaje todavía hay una mínima infraestructura: gasolina para el carro del equipo, corriente para cargar las baterías de la cámara. Al final Herzog admite la presencia de la prensa internacional. Ni la amenaza ni la despoblación pueden haber sido tan radicales como el cineasta había mantenido alguna vez anteriormente. La extrema situación era mucho menos extrema de lo que la película sugiere en ocasiones. Sin embargo, se percibe la curiosidad de Herzog por la crisis total y por un microcosmos en la fase terminal de su destrucción, por el rápido fin de una creación aparentemente organizada. Pero lo fascinante en esta película no son tanto estas paradojas como el estrambótico autorretrato del director, que en La Soufrière se acerca a sus propios personajes ficticios: la titánica aventura nunca llega a tener lugar, puesto que la catástrofe no se produce al aplacarse el volcán. Al final, Werner Herzog califica su acción de “ridiculez” y con ello recuerda a sus héroes ficticios como los rebeldes de También los enanos empezaron pequeños o Stroszek en Signos de vida. En la misma medida, con La Soufrière Herzog traza también un autorretrato valiente y muy irónico.
H.G. Pflaum
Werner Herzog narra en off: “Nos agradó no encontrarnos con fuerzas del orden y la seguridad.“ En las calles reina un vacío fantasmal, los animales se mueren de hambre, la catástrofe parece inevitable. Tal vez el cineasta exagere: más tarde se habla de bloqueos por parte de militares, aunque no se ven soldados. El viejo que, supuestamente, es el único que se ha negado a abandonar la isla y parece esperar a la muerte plenamente confiado en Dios, definitivamente no está solo; se ve a otros dos hombres. Presuntamente en el momento del rodaje todavía hay una mínima infraestructura: gasolina para el carro del equipo, corriente para cargar las baterías de la cámara. Al final Herzog admite la presencia de la prensa internacional. Ni la amenaza ni la despoblación pueden haber sido tan radicales como el cineasta había mantenido alguna vez anteriormente. La extrema situación era mucho menos extrema de lo que la película sugiere en ocasiones. Sin embargo, se percibe la curiosidad de Herzog por la crisis total y por un microcosmos en la fase terminal de su destrucción, por el rápido fin de una creación aparentemente organizada. Pero lo fascinante en esta película no son tanto estas paradojas como el estrambótico autorretrato del director, que en La Soufrière se acerca a sus propios personajes ficticios: la titánica aventura nunca llega a tener lugar, puesto que la catástrofe no se produce al aplacarse el volcán. Al final, Werner Herzog califica su acción de “ridiculez” y con ello recuerda a sus héroes ficticios como los rebeldes de También los enanos empezaron pequeños o Stroszek en Signos de vida. En la misma medida, con La Soufrière Herzog traza también un autorretrato valiente y muy irónico.
H.G. Pflaum
Wodaabe – Pastores del sol
De W. Herzog, color, 49 min., 1989
Documental
Martes, el 17 de julio de 2012 – en el bloque 2, a partir de las 20:00 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
cultural@lima.goethe.org
Martes, el 17 de julio de 2012 – en el bloque 2, a partir de las 20:00 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
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A partir de una celebración anual, Herzog retrata la tribu nómada
woodabe, del sur del Sáhara. Ni por un segundo difumina lo ajena y
molesta que resulta su observación y así subraya la identidad
inconfundible de la ancestral tribu del pueblo fulani.
La vista del desierto recuerda otra vez a Fata Morgana de Herzog, pese a que en esta ocasión el cineasta no se centra en las imágenes del fin, sino en el peligro en que se encuentra una cultura ancestral que se remonta, con sus petroglifos, hasta la Edad de Piedra y que al inicio se confronta de modo desconcertante con música europea: el Ave Maria de Gounod subyace a una de las primeras secuencias, montada de forma que produce la impresión de que los woodabe están cantando la pieza.
Herzog observa rituales extraños: en primer lugar el saludo de los hombres. Uno de ellos habla del origen de la tribu, de miseria, hambre y sequía, que habían azotado la zona del Sahel sobre todo en los años ochenta y amenazado seriamente las manadas de reses. Cuando por fin llega la lluvia, crece la pastura, pero aparecen también las langostas. La vida cotidiana de estas personas consiste invariablemente en sobrevivir.
Los hombres se adornan y se maquillan para la fiesta anual; en el concurso de belleza sucesivo parecen hermafroditas. Las mujeres contemplan cómo bailan los hombres y eligen a uno ellos. Pasan un par de noches detrás de los matorrales con los elegidos. Algunas de las mujeres “ya se han casado varias veces“. Otra se resiste: ninguno de los hombres le gusta.
Herzog observa también el peligro en que se hallan los nómadas: una mina de uranio en Níger, un campamento de refugiados y miembros de la tribu que buscan algo utilizable en un vertedero de basura gigante, infinito. Allí se establecen woodabes y tuaregs, sin posibilidades reales de volver al desierto. La película regresa nuevamente al tema de la fiesta. Busca la dimensión social y comunitaria del festejo, sin la cual la tribu probablemente no existiría desde hace tiempo. Observa una boda entre dos niños arreglada por los padres, que será consumada después de su pubertad. En las celebraciones participan 300 familias, y los hombres vuelven a bailar para las mujeres. Ellas basan su elección en criterios como el blanco de los ojos y de los dientes de los hombres. Una vez más, las mujeres eligen una pareja eventual. Más tarde, los woodabe continúan su camino siguiendo al ganado. Sobre un puente pasan carros; en medio, como si fuese en otra era, un camello.
Herzog se muestra como un observador atento, a veces casi asombrado, y como narrador. Pese a ello, no expresa ninguna opinión verbalmente, sino que manifiesta su posición mediante el manejo de la cámara y el montaje, tal vez también aplicando pequeñas modificaciones a la realidad con que se encuentra. Así consigue superar con creces los documentales de etnología habituales. Y con su propia fascinación transmite la grandeza de lo ajeno.
H.G. Pflaum
La vista del desierto recuerda otra vez a Fata Morgana de Herzog, pese a que en esta ocasión el cineasta no se centra en las imágenes del fin, sino en el peligro en que se encuentra una cultura ancestral que se remonta, con sus petroglifos, hasta la Edad de Piedra y que al inicio se confronta de modo desconcertante con música europea: el Ave Maria de Gounod subyace a una de las primeras secuencias, montada de forma que produce la impresión de que los woodabe están cantando la pieza.
Herzog observa rituales extraños: en primer lugar el saludo de los hombres. Uno de ellos habla del origen de la tribu, de miseria, hambre y sequía, que habían azotado la zona del Sahel sobre todo en los años ochenta y amenazado seriamente las manadas de reses. Cuando por fin llega la lluvia, crece la pastura, pero aparecen también las langostas. La vida cotidiana de estas personas consiste invariablemente en sobrevivir.
Los hombres se adornan y se maquillan para la fiesta anual; en el concurso de belleza sucesivo parecen hermafroditas. Las mujeres contemplan cómo bailan los hombres y eligen a uno ellos. Pasan un par de noches detrás de los matorrales con los elegidos. Algunas de las mujeres “ya se han casado varias veces“. Otra se resiste: ninguno de los hombres le gusta.
Herzog observa también el peligro en que se hallan los nómadas: una mina de uranio en Níger, un campamento de refugiados y miembros de la tribu que buscan algo utilizable en un vertedero de basura gigante, infinito. Allí se establecen woodabes y tuaregs, sin posibilidades reales de volver al desierto. La película regresa nuevamente al tema de la fiesta. Busca la dimensión social y comunitaria del festejo, sin la cual la tribu probablemente no existiría desde hace tiempo. Observa una boda entre dos niños arreglada por los padres, que será consumada después de su pubertad. En las celebraciones participan 300 familias, y los hombres vuelven a bailar para las mujeres. Ellas basan su elección en criterios como el blanco de los ojos y de los dientes de los hombres. Una vez más, las mujeres eligen una pareja eventual. Más tarde, los woodabe continúan su camino siguiendo al ganado. Sobre un puente pasan carros; en medio, como si fuese en otra era, un camello.
Herzog se muestra como un observador atento, a veces casi asombrado, y como narrador. Pese a ello, no expresa ninguna opinión verbalmente, sino que manifiesta su posición mediante el manejo de la cámara y el montaje, tal vez también aplicando pequeñas modificaciones a la realidad con que se encuentra. Así consigue superar con creces los documentales de etnología habituales. Y con su propia fascinación transmite la grandeza de lo ajeno.
H.G. Pflaum
Lecciones de Oscuridad
De W. Herzog, color, 55 min., 1992
Documental
Martes, 17 de julio de 2012 – en el bloque 2,a partir de las 20:00 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
cultural@lima.goethe.org
Martes, 17 de julio de 2012 – en el bloque 2,a partir de las 20:00 horas
Auditorio del Goethe-Institut Lima, Jirón Nazca 722, Lima 11
Alemán con subtítulos en español
Entrada libre
+51 1 4333180
cultural@lima.goethe.org
Poco antes de finalizar la Segunda Guerra del Golfo, las tropas
iraquíes al volver de Kuwait incendiaron los campos y pozos
petrolíferos. Herzog y su cámara intentan captar lo incomprensible con
los medios cinematográficos.
Ya desde el principio parace que Herzog quiera distanciarse de la tierra. Define el lugar como “un planeta de nuestro sistema solar”. No se definen en ningún momento ni los escenarios ni el trasfondo político; el paisaje y la arquitectura se presentan ajenos, casi inhabitables, como parte de una estrella desconocida. En cierto modo permanecen anónimas las famosas imágenes de archivo de los bombardeos nocturnos utilizadas por Herzog. “¿Vivía alguien aquí?”, pregunta Herzog desde la voz en off. Quién no supiese nada de Kuwait ni de Irak, difícilmente podría identificar los escenarios.
“Tras la batalla” (reza el título del tercero de trece capítulos) vemos buitres volando en círculos, huesos, coches para el desguace, chatarra y columnas de humo. La cámara va filmando los objetos y signos de la destrucción, que son exactamente los mismos que Herzog rodó más de veinte años atrás en Fata Morgana, como si ya por aquel entonces hubiese presentido la dimensión de la destrucción venidera. Los orígenes de Lektionen in Finsternis parece que aún se remontan a tiempos más remotos, hasta las imágenes de guerra de Herakles. Vemos una parte del mundo como si fuese el terrible reino perdido de la muerte.
Werner Herzog siempre acerca la mirada, investiga “Hallazgos de la cámara de torturas” (capítulo IV) y encuentra a una mujer en estado de shock que ha perdido el habla, un tema que ya aparecía en el corto Letzte Worte. Las imágenes de la destrucción empeoran: en “El Parque Nacional de Satán” (es decir, el capítulo V) vemos un bosque muerto recubierto de petróleo, un petróleo que “pretende parecer agua”, pequeños lagos, llenos de un fluido venenoso y letal, fuentes de petróleo ardiendo y humo espeso; el sol se ha oscurecido. “Hasta las lágrimas eran negras”, le cuenta una mujer a Herzog; quizás se haya inventado él mismo esta frase, como sucede tan a menudo en sus supuestos documentales. Este hecho no se debe malinterpretar como manipulación o como una vulneración de la realidad: estos trabajos tienen una calidad política que no miente, sino que sirve a una verdad interior.
Herzog cita incluso el Apocalipsis de San Juan: “El quinto ángel tocó la trompeta…” Cuando observa a los especialistas (principalmente de los EEUU) combatir el fuego incluso con dinamita, los hombres parecen reencarnaciones de Sísifo, se asemejan a extraterrestres con sus trajes protectores. El color verde no aparece en estas imágenes que a veces se aproximan al blanco y negro apagado. Vemos una película de terror que está ocurriendo en la realidad, y el horror llega al punto álgido en el momento en que se logra controlar las llamas, ya que el director de cine observa cómo la tierra se va volviendo sistemáticamente inhabitable. Es especialmente desconcertante el hecho de que las imágenes y temas de Lektionen in Finsternis recuerdan a muchas películas anteriores de Herzog, como si estas visiones del horror reales y subliminales, aunque también fascinantes, hubiesen existido siempre, representando el miedo, en su imaginación.
H.G. Pflaum
Ya desde el principio parace que Herzog quiera distanciarse de la tierra. Define el lugar como “un planeta de nuestro sistema solar”. No se definen en ningún momento ni los escenarios ni el trasfondo político; el paisaje y la arquitectura se presentan ajenos, casi inhabitables, como parte de una estrella desconocida. En cierto modo permanecen anónimas las famosas imágenes de archivo de los bombardeos nocturnos utilizadas por Herzog. “¿Vivía alguien aquí?”, pregunta Herzog desde la voz en off. Quién no supiese nada de Kuwait ni de Irak, difícilmente podría identificar los escenarios.
“Tras la batalla” (reza el título del tercero de trece capítulos) vemos buitres volando en círculos, huesos, coches para el desguace, chatarra y columnas de humo. La cámara va filmando los objetos y signos de la destrucción, que son exactamente los mismos que Herzog rodó más de veinte años atrás en Fata Morgana, como si ya por aquel entonces hubiese presentido la dimensión de la destrucción venidera. Los orígenes de Lektionen in Finsternis parece que aún se remontan a tiempos más remotos, hasta las imágenes de guerra de Herakles. Vemos una parte del mundo como si fuese el terrible reino perdido de la muerte.
Werner Herzog siempre acerca la mirada, investiga “Hallazgos de la cámara de torturas” (capítulo IV) y encuentra a una mujer en estado de shock que ha perdido el habla, un tema que ya aparecía en el corto Letzte Worte. Las imágenes de la destrucción empeoran: en “El Parque Nacional de Satán” (es decir, el capítulo V) vemos un bosque muerto recubierto de petróleo, un petróleo que “pretende parecer agua”, pequeños lagos, llenos de un fluido venenoso y letal, fuentes de petróleo ardiendo y humo espeso; el sol se ha oscurecido. “Hasta las lágrimas eran negras”, le cuenta una mujer a Herzog; quizás se haya inventado él mismo esta frase, como sucede tan a menudo en sus supuestos documentales. Este hecho no se debe malinterpretar como manipulación o como una vulneración de la realidad: estos trabajos tienen una calidad política que no miente, sino que sirve a una verdad interior.
Herzog cita incluso el Apocalipsis de San Juan: “El quinto ángel tocó la trompeta…” Cuando observa a los especialistas (principalmente de los EEUU) combatir el fuego incluso con dinamita, los hombres parecen reencarnaciones de Sísifo, se asemejan a extraterrestres con sus trajes protectores. El color verde no aparece en estas imágenes que a veces se aproximan al blanco y negro apagado. Vemos una película de terror que está ocurriendo en la realidad, y el horror llega al punto álgido en el momento en que se logra controlar las llamas, ya que el director de cine observa cómo la tierra se va volviendo sistemáticamente inhabitable. Es especialmente desconcertante el hecho de que las imágenes y temas de Lektionen in Finsternis recuerdan a muchas películas anteriores de Herzog, como si estas visiones del horror reales y subliminales, aunque también fascinantes, hubiesen existido siempre, representando el miedo, en su imaginación.
H.G. Pflaum
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