La historia de un joven
trabajador mexicano atrapado de repente en un enredo con varios kilos de
cocaína de por medio tiene sí momentos que de tan logrados destacan de más
entre el resto de la narración. Sin embargo, hay que resaltar que esos momentos
son aquellos en los que los ya escasos diálogos de esta película son
prácticamente inexistentes, aquellos en los que la fotografía (o los acentos
visuales de la cámara de Lorenzo
Hagerman) nos desatascan de las actuaciones típicamente estáticas y que
hacen parecer erráticos a los actores de Escalante.
El impacto visual antes que generar reflexión que, por otro lado, choca de
frente con la invalidez emocional de sus personajes que, a manera de remate,
deja marca con esa eterna mirada al horizonte (incluso en interiores) con que Escalante castiga siempre a sus personajes. La
historia está ahí, la narrativa cinematográfica se hace presente a veces de
manera interesante, pero justo por la invalidez emocional mencionada es que al
final de Heli, cuando el
enredo se encuentra en su momento más candente, Escalante suelta a su protagónico y lo hunde en
un mar de reflexiones frente al televisor que podrían ser interpretados (junto
con la famosa escena de la tortura) como metáforas mal desarrolladas o
demasiado sutiles para dejar, ahora sí claro, su punto de vista.
“Esclavo y amo” es el tema de la
película en voz de los pasteles verdes (grupo peruano) tono pop casi tétrico Sin embargo, después del
final desorientado de Heli, la canción define esos dos trozos de la
película, el certero, interesante y doloroso planteamiento, contra un desenlace
que personalmente no encaja, que se dispersa en ese horizonte gris en que Escalante (Izq) acomoda a sus personajes maltratados.
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