Fue presentada en concurso de
selección internacional del reciente festival de Lima Independiente, donde
obtuvo un premio especial por el jurado joven. En principio, tras sus otros
largometrajes Vil romance (2008), Vikingo (2009) nos muestra ahora esta obra
visual de estética autentica y suburbano, proyecto que fue creado originalmente
para unas miniseries, ganadora de un concurso de contenidos audiovisuales
digitales organizados por el INCAA y SATVDT. ( un estado argentino con una ley
de cine real que si apoya a diverso cineastas de periferia siendo el resultado
esta gran obra visual).El trabajo final fueron 13 episodios, basados en la
trata de personas como tema principal. Finalmente se pudo montar una película
extensa de 210 minutos, que al verla no se siente en absoluto la larga duración.
El director Campusano nos narra de una forma autentica casi real una de las periferias bonaerenses con valentía, sinceridad y
absoluta sensibilidad. Basado en historita reales, con un solido guion, el
realizador construye un universo de pequeñas historias, con problemáticas
sociales reales de la trata de blancas.
José Celestino Campusano retrata los márgenes del gran
Buenos Aires y lo hace con sensibilidad y valentía. El sustento de Fantasmas de la ruta
son pequeñas historias y anécdotas conocidas por el realizador ordenadas a
través de un sólido guión. En este filme Campusano elige mostrar las problemática de
la trata de personas para su sometimiento en la prostitución, y el tráfico de
drogas. El realizador evita construir una mirada machista lo que dota al relato
también de coherencia.
José Celestino Campusano es un tipo muy inteligente, sabe
muy bien lo que representa en la pantalla y la manera en que lo hace. Campusano
no estigmatiza, simplemente moldea una historia cuyo respaldo es la verdad
tanto a la hora de mostrar las realidades más duras como cuando retrata la
cotidianidad. De su mirada filosa no se salva ni siquiera su propio grupo de
pertenencia, el de los motoqueros.
Si hay algo que impide que Fantasmas de la ruta alcance la
perfección son las actuaciones, ese registro actoral donde se nota demasiado
que el cineasta trabaja con actores no profesionales. Aunque con cuatro
películas en la espalda esto ya parece una marca de autor.
Más allá de su extensa duración
-que no se siente (mérito no menor)-, Fantasmas de la ruta es ambiciosa en cantidad
de historias, personajes y dimensiones de producción (más de 300 personas
participaron en un rodaje que duró casi tres meses en decenas de locaciones
(Ezeiza, Monte Grande, El Jagüel, Tristán Suárez, Florencio Varela y Valentín
Alsina, más una subtrama no meno que transcurre en el norte del país). A esta altura, no tiene demasiado sentido ahondar en los problemas (que los
tiene) del cine de Campusano. Que es irregular, desparejo, que tiene profundos
desniveles interpretativos (algunos no-actores son muy buenos y otros apenas
recitan los diálogos con nula expresividad y naturalidad)... Porque lo que
importa aquí es la potencia, la contundencia, la convicción y credibildad del
conjunto. Y, en ese sentido, el resultado es en muchos sentidos incuestionable.
Aquí Campusano mixtura a los motociclistas de Legión y Vikingo
con la historia de una joven de 19 años (todavía en las postrimerías del
secundario) que es secuestrada y sometida a la prostitución por una amplia red
dedicada a la explotación sexual con conexiones en todo el país y contactos
directos con la policía. La descripción de la marginalidad de los bajofondos del conourbano bonaerense
(abundan los "pesados", narcotraficantes, sicarios, proxenetas,
dueños de temibles tugurios) mantiene y hasta amplifica los hallazgos de sus
films previos. La zona más discutible, en cambio, tiene que ver con la veta
concientizadora, moralista y políticamente correcta que por primera vez
incorpora Campusano de manera tan evidente al abordar el tema de la explotación
sexual.
De todas maneras, Fantasmas
de la ruta es una película que ratifica la enorme capacidad narrativa,
la audacia creativa y las convicciones inalterables de un director único en el
panorama local: la profundización del modelo.
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