martes, 4 de diciembre de 2012

Homenaje al Critico de Cine Juan M.Bullita: "Otra Vez" de Jerry Lewis.



Por: Juan M. Bullita (*)

El gran creador y experimentador de normas en el cine clásico americano no es otro que Jerry Lewis. El  Godard de Amèrica. Sobre esto no queda convencer a estas alturas a los que aùn no se convencieron de ello. La mentalidad cinematográfica taponeada y obtusa no se abrirà en todo caso  con un film como “Otra vez”  , en absoluto brillante, màs bien intento o línea de penetración de una obra que se metamorfosea porque nace de una suerte de genialidad dinámica , apta maduramente para el cambio. A los retrasados hay que enviarlos a los pequeños ejercicios , verdaderas joyas de arte còmico moderno , que son : “El Botones” (The belboy, 1961). O dejarlos descubrir el deslumbramiento de su primera obra maestra : El Profesor Chiflado (The Nutty Profesor, 1963), que con su carácter de repaso de fin de curso no sòlo permite explicarse mejor muchas soluciones y obsesiones de sus films anteriores , sino también adentrarse con seguridad y conocimiento en sus obras posteriores. 

 Pero “Otra vez” no sirve para menesteres de proselitismo . Es un regalo exclusivo para iniciados . Es útil advertirlo y tenerlo en cuenta antes de seguir adelante. “Otra vez” parece un poco marginal y extraña, no sòlo por ser hasta ahora el primer y único de sus films de director en el que Jerry Lewis se abstiene de ser la estrella principal, sino porque aparentemente no encaja en una continuidad tan rigurosamente autoral como la que se observa en él. Justamente en Lima se estrenò con unos meses de antelación: “¿Dònde está el frente?”, obra esta sì perfectamente acoplable al precioso mecanismo de su filmografia (1). Conviene recordar a los lectores que la filmografìa de Lewis, marcada desde el principio por un estilo absolutamente original , y por unos temas nunca abandonados (el del “doble” sería a la larga uno de los màs importantes), toma claramente una nueva dirección con “Tres en un sofà” (Three on a couch, 1966) (2) , que sin negar su obra anterior la reordena , revisa y proyecta en una nueva direcciòn . El cambio viene caracterizado , reduciéndolo a sus rasgos esenciales, por lo siguiente:

a).- El personaje de Lewis cambia en un doble sentido: Abandona el carácter marcadamente infantilista de las regresiones que le son inherentes  (y no es casual que el último film de la 1º etapa de su obra , “The family Jewels”, reconcentre este infantilismo al acompañar como protagonista a Lewis una niña de corta edad), suponiendo como consecuencia inmediata un alejamiento del público infantil que aùn se divertía con películas por otro lado tan adultas como “El profesor chiflado”; y cambia su ubicación en la puesta en escena , ya que de centro exclusivo del desorden de su universo ( en su doble y dialéctica modalidad : provocador del desorden, victìma de él) , viene a asumir una posición menos aparatosa y visiblemente absorvente (hasta desaparecer de la pantalla en “Otra vez”) , aunque en el fondo mucho màs centrípeta.

b).- Lewis va delegando al contorno sus rasgos màs agresivamente esquizoides, un poco a la inversa de la primera etapa de su carrera, cuando hacia pareja con Dean Martin y èste compensaba con su “normalidad” y “éxito” la anormalidad de Lewis; ahora los caracteres psicopàtas se multiplican en sus films, drenando una serie de personajes secundarios la energía patológica de Jerry, como toda aquella comparsa implicada en la complicada intriga de “El Bocòn” (The big mouth, 1967), por ejemplo , Jerry Lewis descarga de si toda una potencialidad anormal para ejercer un control màs profundamente personal de la puesta en escena ; hace un transplante de su gesticulación y atrofias fonéticas; extiende la onda sísmica de la alienación a niveles cada vez màs amplios y generales de su universo fílmico.

Es en esta perspectiva evolutiva que “Otra vez” se sitùa de manera original . Porque Jerry Lewis, renunciando a su presencia física en la  puesta en escena, está sin embargo virtualmente presente, de una manera que le es propia , que ya había experimentado en otros films, pero nunca tan radicalmente. A partir de una intriga plagada de lugares comunes, tratados como tales, subrayadamente asumidos como ficción, consecuentemente manipulados para objetivos que se superponen y dinamitan la intriga como tal (la cadena absurda de la trama, rematada al final, es digna del mejor Godard ; recordar al respecto Pierrot le Fou), el pretexto (intriga) cede a la violencia del texto (estructura), multifacético, funcionante a partir de las combinaciones de una pareja rememorativa, porque  Peter Lawford asume tangencialmente el lugar de Dean Martin y Sammy Davis Jr. el probable de Jerry Lewis, aunque en una operación lewisiana tipìca se den en el film las inversiones y los transformismos de manera poco menos que aleatoria.

Se explica todo mucho mejor, y màs sencillamente , si pensamos que los 04 personajes citados son amigos de años, compañeros del mismo clan ( alguna vez, y parcialmente , “Clan “ Sinatra), gente del espectáculo , profesionales y practicantes eximios del remedo y la imitación (3)  cómplices  (los actores intervienen , también , en la producción de “Otra vez”) . La película es en sì una magnifica muestra del cine “Cinematografizado”, si me es permitida tan chocante expresión, es decir, de una construcción cinematográfica totalmente asumida y significante a partir de materiales de valencia cinematográfica en primera instancia.

Me explico: La intriga es una intriga cinematográfica (claramente , repetición de un cliché: Una persona circunstancialmente debe convertirse en otra desaparecida de escena, viéndose envuelta en una serie de incidentes provocados por esta suplantación);  las situaciones parten de similes cinematográficos muy conocidos (como en casi todos los films de Lewis; recordemos solamente la transcripción personal de Doctor Jeckyl y Mr Hyde en El Profesor Chiflado y la alusión a los gansters en “Las joyas de la familia” ); y la misma estructura señala con claridad meridiana la fijación obsesivamente cinematográfica del film, cosas que reafirma el final del mismo, en que los personajes reasumen su apariencia cotidiana para hacer conocer al espectador , instantes después , que la cosas en términos de ficción cinematográfica pueden ser sometidas , desde fuera y cuantas veces el realizador lo crea conveniente  a prolongaciones (prácticamente ad infinitum).

Partiendo de esa conformaciòn de secuencias cerradas sobre sì, de cierta manera autosuficientes y completas , en la trayectoria de la comedia lewisiana, dirigida no a facilitar la hilaridad sino a complicarla y diferirla en otros efectos, sea por la exacerbación de las situaciones còmicas  (la secuencia magistral del envejecimiento esperando la aristocrática cena), osea, muy especialmente en este film, por valores de una cierta dimensión sentimental que interfieren muchas situaciones potencialmente còmicas ( como la secuencia en que Davis en postura revanchista quiere divertirse a costa de la inversión de papeles: de engañado pasa a engañador). “Otra Vez” , merece ser tomada en cuenta como continuación de una filmografìa extremadamente personal y valiosa.

Creo que es útil el destacar concretamente sobre la superficie de “Otra Vez” el momento y la forma que tienen de realizarse algunas de las características que han sido indicadas en esta crìtica. Veamos:

1.- La ausencia física de Jerry Lewis se traduce en su virtual presencia al encarnar rasgos acusadamente suyos : Las actuaciones de Peter Lawford y Samy Davis. Esto es visible en la garraspera e inflexiones de voz y manera de colocarse los anteojos, caìdos, para mirar por sobre ellos, de Peter Lawford mientras juega a los naipes, en la sobremesa de la cena en la mansión, con su compañero. A su vez Samy Davis, asume la capacidad destructiva del comportamiento lewisiano al intentar contener, en la fiesta de disfraces, un inoportuno estornudo para finalmente fracasar en su intento con una consecuencia surrealistamente catastrófica (4).

2.-La realidad cinematográfica cinematografizada se da, por ejemplo , en la secuencia de la pelea de los dos amigos, en el departamento del suplantado hermano de Peter Lawford , contra un grupo superior de contrincantes; tanto por la banda sonora (tema  a lo Goldfinger) como por la manera general en que se desarrolla la trompeadera, en una especie de orgìa del judo y el karate, aflora la parodia directa e inteligente de la serie de películas de James Bond. En el mismo sentido merece citarse aquellas situaciones de Samy Davis al quedar sòlo frente a sus habitaciones en el castillo, homenaje – parodia a 2001: Odisea del espacio, que sòlo gozan los cinéfilos, al ver a Davis sorprendido como los antropoides en su extrañeza frente a la estela espacial  (la desproporción entre causa-efecto hace la situación irresistiblemente còmica).

3.- “Otra vez” continùa la trayectoria filmográfica lewisiana en la insistencia del motivo del “doble” , al suplantar Peter Lawford a su millonario hermano asesinado (encarnado por el mismo) y también en la particular inclinación del autor por vampirizar los géneros cinematográficos llegando, gracias a las libertades que se toma con la anécdota , a una sucesiva cita del gènero del terror (las primeras secuencias en el viejo castillo) , del policial inglès (presencia de dos impecables representantes de Scotland Yard), de los films de aventuras de capa y espada , y hasta  del western, culminando el recuerdo al gènero rey en el tiroteo en el flemático bar rural inglès en donde intervienen hasta  “ los indios ”(unos pequeños jugando a ellos) (5).

Hay que agradecerle a Jerry Lewis su inagotable capacidad para crear personajes secundarios o laterales de un acabado perfecto: Estos adquieren cada vez màs importancia en su obra y se resumen en “Otra vez” en el viejo y fiel jefe del servicio dòmestico del castillo, personaje extraído de la tradición cinematográfica – literaria, cuya apoteósica calma y lentitud le valen al espectador el gozo de aquella explosión del calentador de agua que deja inalterablemente calmo a nuestro personaje y su inolvidable intervención al servir la cena “ eterna” que jamàs acaba de llegar de la cocina a la larga mesa.

En cuanto a las relaciones que se establecen entre los protagonistas centrales, suponen una nueva línea de trabajo para Lewis , ya que en un inevitable recuerdo a la pareja que él conformara de 1949 a 1957 con Dean Martìn , se infiltra todo un complejo de sugerencia s , en las que posiblemente jueguen de manera discreta pero cierta las relaciones de amistad de los actores entre sì, y a su vez la de estos con el director , creándose un clima de familiaridad cómplice propicio para fundar la “veracidad” de esa relación sobre la “ falsedad” (conciente como se ha visto) de la trama, inculcando en la obra un tono profundamente sentimental, aunque tìmido, que no es frecuente en otros films de Lewis, y que bien puede ser un hecho único e irrepetible  o una nueva veta creativa a seguir. En cualquier caso me parecía leal destacar esa sensibilidad afectuosa que desborda particularmente en esa extraña secuencia “ flotante” en la que Samy Davis interpreta  con pesadumbre “sentida” una canción de añoranza al compañero desaparecido (supuestamente) mientras el impostor de Lawford lo contempla.

Notas:

1.- Ver critica a ¿Dònde está el frente? En Hablemos de Cine nº 59-60. / 2.- Ver crìtica a Tres en un sofà, en Hablemos de Cine nº 33. / 3.- Al respecto recuerdo haber visto en el Show de Dean Martìn (TV) al invitado especial Sammy Davis Jr, hacer una extraordinaria imitación de su anfitrión borracho. / 4.- En los puntos 1º , 2º, y 3º me limito a indicar unos pocos ejemplos ilustrativos.  / 5.- La cita al gènero de terror toma como modelo los films de la Hammer sobre Dràcula  y demás  vampiros y de manera particular: La danza de los vampiros, de Roman Polanski, película que deber agradar a Lewis.


(*) Revista Hablemos de Cine 61-62, Setiembre, Octubre, Noviembre, Diciembre 1971.

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