El
gran creador y experimentador de normas en el cine clásico americano no es otro
que Jerry Lewis. El Godard de Amèrica.
Sobre esto no queda convencer a estas alturas a los que aùn no se convencieron
de ello. La mentalidad cinematográfica taponeada y obtusa no se abrirà en todo
caso con un film como “Otra vez” , en absoluto brillante, màs bien intento o línea
de penetración de una obra que se metamorfosea porque nace de una suerte de
genialidad dinámica , apta maduramente para el cambio. A los retrasados hay que
enviarlos a los pequeños ejercicios , verdaderas joyas de arte còmico moderno ,
que son : “El Botones” (The belboy, 1961). O dejarlos descubrir el
deslumbramiento de su primera obra maestra : El Profesor Chiflado (The Nutty
Profesor, 1963), que con su carácter de repaso de fin de curso no sòlo permite
explicarse mejor muchas soluciones y obsesiones de sus films anteriores , sino
también adentrarse con seguridad y conocimiento en sus obras posteriores.
Pero
“Otra vez” no sirve para menesteres de proselitismo . Es un regalo exclusivo
para iniciados . Es útil advertirlo y tenerlo en cuenta antes de seguir
adelante. “Otra vez” parece un poco marginal y extraña, no sòlo por ser hasta
ahora el primer y único de sus films de director en el que Jerry Lewis se
abstiene de ser la estrella principal, sino porque aparentemente no encaja en
una continuidad tan rigurosamente autoral como la que se observa en él.
Justamente en Lima se estrenò con unos meses de antelación: “¿Dònde está el
frente?”, obra esta sì perfectamente acoplable al precioso mecanismo de su
filmografia (1). Conviene recordar a los lectores que la filmografìa de Lewis,
marcada desde el principio por un estilo absolutamente original , y por unos
temas nunca abandonados (el del “doble” sería a la larga uno de los màs
importantes), toma claramente una nueva dirección con “Tres en un sofà” (Three
on a couch, 1966) (2) , que sin negar su obra anterior la reordena , revisa y
proyecta en una nueva direcciòn . El cambio viene caracterizado , reduciéndolo
a sus rasgos esenciales, por lo siguiente:
a).-
El personaje de Lewis cambia en un doble sentido: Abandona el carácter
marcadamente infantilista de las regresiones que le son inherentes (y no es casual que el último film de la 1º
etapa de su obra , “The family Jewels”, reconcentre este infantilismo al
acompañar como protagonista a Lewis una niña de corta edad), suponiendo como
consecuencia inmediata un alejamiento del público infantil que aùn se divertía
con películas por otro lado tan adultas como “El profesor chiflado”; y cambia
su ubicación en la puesta en escena , ya que de centro exclusivo del desorden
de su universo ( en su doble y dialéctica modalidad : provocador del desorden,
victìma de él) , viene a asumir una posición menos aparatosa y visiblemente
absorvente (hasta desaparecer de la pantalla en “Otra vez”) , aunque en el
fondo mucho màs centrípeta.
b).-
Lewis va delegando al contorno sus rasgos màs agresivamente esquizoides, un
poco a la inversa de la primera etapa de su carrera, cuando hacia pareja con
Dean Martin y èste compensaba con su “normalidad” y “éxito” la anormalidad de
Lewis; ahora los caracteres psicopàtas se multiplican en sus films, drenando
una serie de personajes secundarios la energía patológica de Jerry, como toda
aquella comparsa implicada en la complicada intriga de “El Bocòn” (The big
mouth, 1967), por ejemplo , Jerry Lewis descarga de si toda una potencialidad
anormal para ejercer un control màs profundamente personal de la puesta en
escena ; hace un transplante de su gesticulación y atrofias fonéticas; extiende
la onda sísmica de la alienación a niveles cada vez màs amplios y generales de
su universo fílmico.
Es
en esta perspectiva evolutiva que “Otra vez” se sitùa de manera original .
Porque Jerry Lewis, renunciando a su presencia física en la puesta en escena, está sin embargo
virtualmente presente, de una manera que le es propia , que ya había
experimentado en otros films, pero nunca tan radicalmente. A partir de una
intriga plagada de lugares comunes, tratados como tales, subrayadamente
asumidos como ficción, consecuentemente manipulados para objetivos que se
superponen y dinamitan la intriga como tal (la cadena absurda de la trama,
rematada al final, es digna del mejor Godard ; recordar al respecto Pierrot le
Fou), el pretexto (intriga) cede a la violencia del texto (estructura),
multifacético, funcionante a partir de las combinaciones de una pareja
rememorativa, porque Peter Lawford asume
tangencialmente el lugar de Dean Martin y Sammy Davis Jr. el probable de Jerry
Lewis, aunque en una operación lewisiana tipìca se den en el film las
inversiones y los transformismos de manera poco menos que aleatoria.
Se
explica todo mucho mejor, y màs sencillamente , si pensamos que los 04
personajes citados son amigos de años, compañeros del mismo clan ( alguna vez,
y parcialmente , “Clan “ Sinatra), gente del espectáculo , profesionales y
practicantes eximios del remedo y la imitación (3) cómplices (los actores intervienen , también , en la
producción de “Otra vez”) . La película es en sì una magnifica muestra del cine
“Cinematografizado”, si me es permitida tan chocante expresión, es decir, de
una construcción cinematográfica totalmente asumida y significante a partir de
materiales de valencia cinematográfica en primera instancia.
Me
explico: La intriga es una intriga cinematográfica (claramente , repetición de
un cliché: Una persona circunstancialmente debe convertirse en otra
desaparecida de escena, viéndose envuelta en una serie de incidentes provocados
por esta suplantación); las situaciones
parten de similes cinematográficos muy conocidos (como en casi todos los films
de Lewis; recordemos solamente la transcripción personal de Doctor Jeckyl y Mr
Hyde en El Profesor Chiflado y la alusión a los gansters en “Las joyas de la
familia” ); y la misma estructura señala con claridad meridiana la fijación
obsesivamente cinematográfica del film, cosas que reafirma el final del mismo,
en que los personajes reasumen su apariencia cotidiana para hacer conocer al
espectador , instantes después , que la cosas en términos de ficción
cinematográfica pueden ser sometidas , desde fuera y cuantas veces el
realizador lo crea conveniente a
prolongaciones (prácticamente ad infinitum).
Partiendo
de esa conformaciòn de secuencias cerradas sobre sì, de cierta manera
autosuficientes y completas , en la trayectoria de la comedia lewisiana,
dirigida no a facilitar la hilaridad sino a complicarla y diferirla en otros
efectos, sea por la exacerbación de las situaciones còmicas (la secuencia magistral del envejecimiento
esperando la aristocrática cena), osea, muy especialmente en este film, por
valores de una cierta dimensión sentimental que interfieren muchas situaciones
potencialmente còmicas ( como la secuencia en que Davis en postura revanchista
quiere divertirse a costa de la inversión de papeles: de engañado pasa a
engañador). “Otra Vez” , merece ser tomada en cuenta como continuación de una
filmografìa extremadamente personal y valiosa.
Creo
que es útil el destacar concretamente sobre la superficie de “Otra Vez” el
momento y la forma que tienen de realizarse algunas de las características que
han sido indicadas en esta crìtica. Veamos:
1.-
La ausencia física de Jerry Lewis se traduce en su virtual presencia al
encarnar rasgos acusadamente suyos : Las actuaciones de Peter Lawford y Samy
Davis. Esto es visible en la garraspera e inflexiones de voz y manera de
colocarse los anteojos, caìdos, para mirar por sobre ellos, de Peter Lawford
mientras juega a los naipes, en la sobremesa de la cena en la mansión, con su
compañero. A su vez Samy Davis, asume la capacidad destructiva del
comportamiento lewisiano al intentar contener, en la fiesta de disfraces, un
inoportuno estornudo para finalmente fracasar en su intento con una
consecuencia surrealistamente catastrófica (4).
2.-La realidad cinematográfica cinematografizada se da, por ejemplo , en la
secuencia de la pelea de los dos amigos, en el departamento del suplantado
hermano de Peter Lawford , contra un grupo superior de contrincantes; tanto por
la banda sonora (tema a lo Goldfinger)
como por la manera general en que se desarrolla la trompeadera, en una especie
de orgìa del judo y el karate, aflora la parodia directa e inteligente de la
serie de películas de James Bond. En el mismo sentido merece citarse aquellas
situaciones de Samy Davis al quedar sòlo frente a sus habitaciones en el
castillo, homenaje – parodia a 2001: Odisea del espacio, que sòlo gozan los
cinéfilos, al ver a Davis sorprendido como los antropoides en su extrañeza
frente a la estela espacial (la
desproporción entre causa-efecto hace la situación irresistiblemente còmica).
3.-
“Otra vez” continùa la trayectoria filmográfica lewisiana en la insistencia del
motivo del “doble” , al suplantar Peter Lawford a su millonario hermano
asesinado (encarnado por el mismo) y también en la particular inclinación del
autor por vampirizar los géneros cinematográficos llegando, gracias a las
libertades que se toma con la anécdota , a una sucesiva cita del gènero del
terror (las primeras secuencias en el viejo castillo) , del policial inglès
(presencia de dos impecables representantes de Scotland Yard), de los films de
aventuras de capa y espada , y hasta del
western, culminando el recuerdo al gènero rey en el tiroteo en el flemático bar
rural inglès en donde intervienen hasta
“ los indios ”(unos pequeños jugando a ellos) (5).
Hay
que agradecerle a Jerry Lewis su inagotable capacidad para crear personajes
secundarios o laterales de un acabado perfecto: Estos adquieren cada vez màs
importancia en su obra y se resumen en “Otra vez” en el viejo y fiel jefe del
servicio dòmestico del castillo, personaje extraído de la tradición
cinematográfica – literaria, cuya apoteósica calma y lentitud le valen al
espectador el gozo de aquella explosión del calentador de agua que deja
inalterablemente calmo a nuestro personaje y su inolvidable intervención al
servir la cena “ eterna” que jamàs acaba de llegar de la cocina a la larga
mesa.
En
cuanto a las relaciones que se establecen entre los protagonistas centrales,
suponen una nueva línea de trabajo para Lewis , ya que en un inevitable
recuerdo a la pareja que él conformara de 1949 a 1957 con Dean Martìn , se
infiltra todo un complejo de sugerencia s , en las que posiblemente jueguen de
manera discreta pero cierta las relaciones de amistad de los actores entre sì,
y a su vez la de estos con el director , creándose un clima de familiaridad
cómplice propicio para fundar la “veracidad” de esa relación sobre la “
falsedad” (conciente como se ha visto) de la trama, inculcando en la obra un
tono profundamente sentimental, aunque tìmido, que no es frecuente en otros
films de Lewis, y que bien puede ser un hecho único e irrepetible o una nueva veta creativa a seguir. En
cualquier caso me parecía leal destacar esa sensibilidad afectuosa que desborda
particularmente en esa extraña secuencia “ flotante” en la que Samy Davis
interpreta con pesadumbre “sentida” una
canción de añoranza al compañero desaparecido (supuestamente) mientras el
impostor de Lawford lo contempla.
Notas:
1.-
Ver critica a ¿Dònde está el frente? En Hablemos de Cine nº 59-60. / 2.- Ver
crìtica a Tres en un sofà, en Hablemos de Cine nº 33. / 3.- Al respecto
recuerdo haber visto en el Show de Dean Martìn (TV) al invitado especial Sammy
Davis Jr, hacer una extraordinaria imitación de su anfitrión borracho. / 4.- En
los puntos 1º , 2º, y 3º me limito a indicar unos pocos ejemplos ilustrativos. / 5.- La cita al gènero de terror toma como
modelo los films de la Hammer sobre Dràcula
y demás vampiros y de manera
particular: La danza de los vampiros, de Roman Polanski, película que deber
agradar a Lewis.
(*)
Revista Hablemos de Cine 61-62, Setiembre, Octubre, Noviembre, Diciembre 1971.
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