Reunimos estos 3 westerns porque los tres acentúan la disolución del
gènero en su forma clásica, frente al desquiciamiento que proponen en los
últimos tiempos muchos otros: Pequeño gran Hombre (A.Penn), Cuando es preciso
ser hombre (R.Nelson), etc, y sin referirnos por cierto al enojoso asunto de la
depravación del gènero efectuada por manos consanguíneas a las de sus
creadores; serìa el caso de las
recientemente estrenadas “ El Espinazo del Diablo” y “Una ciudad llamada
bastarda “de Burt Kennedy y Robert Parrish respectivamente. La disolución proviene aquí no de una rectificación de
pareceres y oficios, ya que Kelly y Edwards son marginales del gènero, y
Kennedy nunca demostró pasión por una afirmación del western , que cultiva
opacamente desde que decidió filmar sus propios guiones para salvarlos de
masacres a manos ajenas ( ?)
Las incursiones de Kelly y Edwards son lógicas en dos hombres dedicados
a Hollywood y al espectáculo. ( Derecha: Escena de Làtigo) .El film de Edwards demuestra que este director
sòlo respira dentro del cine, tal como los peces sòlo lo hacen dentro del agua.
Edwards crea sobre una convención ya fundada, y sabe infiltrarle una òptica màs
o menos personal a lo que filma, desgraciadamente aquí, en forma parecida a su
anterior film: Lili, mi adorable espìa , cediendo al càlculo de taquilla ( ¿
què otra cosas cabe pensar de la reunión de Holden con ese extranjero al
western que es Ryan O`Neal o de los planos en ralentí durante la doma del
caballo en un campo de nieve?), refugiándose en los recodos cómodos del camino.
Por eso Dos Vaqueros Errantes , es un film de espectador , sin riesgos, tratado
como quien ve el toro detrás de la barrera.Lo que persiste de bueno y agradable
es el gusto selectivo que conserva Edwards para hacer diálogos hermosamente
literarios sin arruinarlos con ninguna pedantería o estupidez (el elogio a la
amistad que pronuncia Holden ante el cadáver de su joven compañero); la
receptividad modesta y cariñosa de la tradición realista-bucòlica del western
con vaqueros.
Aunque, a mi parecer, la voluntad de realismo y sencillez sòlo
constituye un tardìo homenaje a ese hermoso film que es “Cowboy “ de Delmer
Daves . Los que acabamos de ver La Carrera del Siglo , reestrenada
oportunamente en Lima, medimos con desengaño la marcha atrás de Edwards . Este film
si era el riesgo, el meterse entre la cornamenta del toro, y la consagración
final de un fervor cinematográfico que jamàs eludió las citas y la
estilización. Kelly es màs difícil de ubicar. Por eso acudimos a tres nombres
de respeto para justificar ese tono de exactitud westerniana que se impone a lo
disolvente dominante: Henry Fonda, James
Stewart y el guionista James Lee Barrett, aquí autor de la idea general . Está
es muy buena : Dos vaqueros viejos, inseparables y misóginos (por
condicionamiento laboral) heredan un prostíbulo de lujo en un pueblucho del
Oeste; después de intentar aprovechar el beneficio de tan especial herencia,
renuncian por incompatibilidad de caracteres con las obligaciones inherentes a
lo heredado , y retornan , siempre juntos , a las vacas y el rancho, a la
interperie .
Sobre esta base Kelly limita su oficio al artesanado de poner en
escena, supuestamente divertido. Si exceptuamos el carácter cìnico y el doble
sentido de la historia, nadie mejor que Ford o Peckinpah para conducir una
historia asì, con esos mismos grandes actores , al territorio de una exuberante
odisea picaresca , reflexiva y sociológicamente penetrante , verdaderamente
personal y auténticamente westerniana. La disolución proviene aquì de la
lejanìa del realizador con los materiales de base , y la nostalgia
despreocupada del film (su mayor atractivo) se desprende de los viejos vaqueros,
Fonda y Stewart , cerrando juntos , las páginas de una época de oro del cine
americano, que les debe algunos de sus mejores y màs perdurables momentos.
“Làtigo” resulta de los tres films el màs asimilable a una continuidad estilística
. En efecto, con “Ayude a su Comisario”,
“El que viaja con el diablo” y “Los buenos y los malos” , es una modesta contribución
a la sociología demitificadora del oeste. “Làtigo” , film de costumbres, exhibe
ese cuidado de especialista en la recreación de un pueblo minero (el dominio de
las cajas rojas de dinamita , por ejemplo) , la excelente caracterización de
ese veterano del gènero que es Jack Elan y algunas generalidades ajustadas al
mismo: La muchachita masculinizada, el mujeriego –jugador-vividor, etc. Pero, a
ese look que se afirma de película a película, entre las citadas, Kennedy sòlo
aporta su increíble pastosidad como realizador, dejando que el guión devore en
su laxitud todo destello imaginativo de puesta en escena. Asì “Làtigo” es el
màs especializado de los westerns aquí comentados, pero igualmente el màs opaco
y descartable.
(*) Revista Hablemos de Cine nº 63, Enero,febrero, marzo 1972.
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